(Por Fernando Curiel Palomares)
La iconografía de las Dolorosas de nuestra Semana Santa precisa de una serie de elementos incorporados a las Imágenes en calidad de atributos. Uno de ellos es la corona, signo externo que refleja la Realeza de María, Dogma que fue establecido por la Iglesia en 1954, cuya festividad se celebra el 22 de agosto.
A pesar de la reciente institución de este Dogma, la Iglesia ha representado a María como Reina de Cielos y Tierra desde los tiempos del Concilio de Éfeso (año 431). La corona consagra a María como Madre del Hijo de Dios y Rey Mesiánico, Nueva Eva, colaboradora de la Redención y discípula perfecta de Cristo. La ráfaga de rayos en forma de sol y rematada por estrellas que la circunda recuerda el simbolismo de la Mujer Apocalíptica y el privilegio excepcional de la Pura y Limpia Concepción.
Centramos hoy nuestra atención en una de las tres preseas que atesora la Imagen de María Santísima en sus Siete Dolores y Mayor Traspaso, “La Fervorosa”, la conocida como corona del Cincuentenario.
Se trata de una soberbia obra labrada por los talleres cordobeses de Díaz Roncero e hijos, en la que se conjugan con singular maestría una profusa decoración vegetal con diversos elementos arquitectónicos, que le prestan gran empaque y majestuosidad. Está realizada en plata de primera ley, repujada, cincelada y sobredorada con baño de oro fino de 24 kilates, siendo su peso 1650 gramos. Es destacable que el taller de Díaz Roncero ha creado para la Semana Santa de Baeza una portentosa trilogía de coronas: Dolores del Rosario (1965), Fervorosa (1995) y Aurora (2006).
Responde al modelo tradicional de corona con imperiales, y se compone de canasto o “gorro” y resplandor o ráfaga.
La corona presenta en su parte baja el aro o “cincho”, elemento que ciñe directamente las sienes de la Virgen, conformado por un moldurón decorado con motivos geométricos. Por encima de éste, el canasto propiamente dicho se articula mediante ocho módulos ornamentales separados por otras tantas estructuras en cuya base, a modo de “pseudo hornacinas” se alojan jarritas con ramos de azucenas de plata en su color.
Las jarritas llenas de flores nos hablan de la belleza y las virtudes de la Virgen. Las azucenas en el Antiguo Testamento son símbolo de fertilidad, belleza y florecimiento espiritual. En el ámbito icnográfico representan la pureza, y son el atributo por excelencia de la Purísima. Están siempre presentes en las escenas de la Anunciación, y significan también la aceptación de la castidad. En la corona de la Fervorosa, en cada jarrita aparecen tres azucenas, que proclaman la Virginidad de María antes, durante y después del parto.
En el centro de cada módulo hay un óvalo, representándose en seis de ellos motivos marianos con su correspondiente epígrafe, alusivos a las letanías del Santo Rosario. Los óvalos de los otros dos módulos son lisos, por coincidir con el arranque de la ráfaga, a ambos lados de la corona. En torno a estos elementos se observa una rica decoración vegetal, rematándose cada módulo en su parte superior con una especie de frontón partido mixtilíneo, de gran relieve y vistosidad. Circonitas y aguamarinas completan la decoración del canasto.
Desde el canasto arrancan los ocho imperiales, configurados por roleos de gran barroquismo, de los que cuelgan cuatro guirnaldas de flores recamadas con pedrería. Los imperiales confluyen en un remate constituido por una representación del orbe en forma de esfera circundada por un meridiano y un paralelo engastados en aguamarinas.
La ráfaga está conformada por dos bandas decorativas. En la interior, de perfil mixtilíneo, se desarrolla una rica ornamentación a base de elementos vegetales sobre la que se superponen, a ambos lados de la corona, dos cartelas con los escudos de la Cofradía y de Baeza en plata en su color. En el centro hay una representación del monograma de María timbrado por corona real, sostenido por dos ángeles también en plata en su color. Por debajo de éstos cuelgan dos guirnaldas semejantes a las que penden de los imperiales. Sobre este elemento central se cierra una moldura similar a las que coronan los módulos del canasto, descansando sobre la misma la cruz que remata la corona, profusamente ornamentada y engastada en circonitas y aguamarinas.
La ráfaga exterior se separa de la interior por medio de una fina moldura circular decorada con pequeñas semiesferas, y se compone de doce haces de rayos biselados de gran efecto visual, intercalados por ramos de azucenas. Esta corona carece de estrellas, alejándose por tanto del prototipo “macareno”.
El resplandor presenta en su parte posterior una cartela con las leyendas “TUS HIJOS EN EL 50 ANIVERSARIO” y “ME LABRÓ DÍAZ RONCERO, DE CÓRDOBA, EN EL AÑO 1995”.
El 30 de septiembre de 1995 la presea fue recogida en los talleres cordobeses por el recordado D. Miguel Tallada Martínez, Hermano Mayor de la Fervorosa en aquella época, acompañado por otros miembros de la Junta de Gobierno: D. juan Lorite García, D. Gabino Puche Pérez, D. José Luis Puche Pérez, D. Andrés Lorite Lorite, D. Pedro J. Cabrera Rentero y D. Juan Lorite Lorite.
Para terminar esta reseña incluimos un pequeño fragmento del Ofrecimiento de la Corona: “…hemos querido en esta fecha jubilar hacerte un obsequio representado en esta corona que te ofrecemos. En ella van unidos nuestros sentimientos de amor, gratitud, recuerdo a los que se fueron, de tu intercesión ante el Altísimo por la Cofradía, en fin, nuestras penas y alegrías, en esta andadura cincuentenaria, materializados en la esperanza puesta en manos de estos niños y niñas que son el futuro, y de cuya siembra esperamos recoger buenos frutos.”
Reina de Cielos y Tierra, ruega por nosotros.
Las jarritas llenas de flores nos hablan de la belleza y las virtudes de la Virgen. Las azucenas en el Antiguo Testamento son símbolo de fertilidad, belleza y florecimiento espiritual. En el ámbito icnográfico representan la pureza, y son el atributo por excelencia de la Purísima. Están siempre presentes en las escenas de la Anunciación, y significan también la aceptación de la castidad. En la corona de la Fervorosa, en cada jarrita aparecen tres azucenas, que proclaman la Virginidad de María antes, durante y después del parto.
En el centro de cada módulo hay un óvalo, representándose en seis de ellos motivos marianos con su correspondiente epígrafe, alusivos a las letanías del Santo Rosario. Los óvalos de los otros dos módulos son lisos, por coincidir con el arranque de la ráfaga, a ambos lados de la corona. En torno a estos elementos se observa una rica decoración vegetal, rematándose cada módulo en su parte superior con una especie de frontón partido mixtilíneo, de gran relieve y vistosidad. Circonitas y aguamarinas completan la decoración del canasto.
Desde el canasto arrancan los ocho imperiales, configurados por roleos de gran barroquismo, de los que cuelgan cuatro guirnaldas de flores recamadas con pedrería. Los imperiales confluyen en un remate constituido por una representación del orbe en forma de esfera circundada por un meridiano y un paralelo engastados en aguamarinas.
La ráfaga está conformada por dos bandas decorativas. En la interior, de perfil mixtilíneo, se desarrolla una rica ornamentación a base de elementos vegetales sobre la que se superponen, a ambos lados de la corona, dos cartelas con los escudos de la Cofradía y de Baeza en plata en su color. En el centro hay una representación del monograma de María timbrado por corona real, sostenido por dos ángeles también en plata en su color. Por debajo de éstos cuelgan dos guirnaldas semejantes a las que penden de los imperiales. Sobre este elemento central se cierra una moldura similar a las que coronan los módulos del canasto, descansando sobre la misma la cruz que remata la corona, profusamente ornamentada y engastada en circonitas y aguamarinas.
La ráfaga exterior se separa de la interior por medio de una fina moldura circular decorada con pequeñas semiesferas, y se compone de doce haces de rayos biselados de gran efecto visual, intercalados por ramos de azucenas. Esta corona carece de estrellas, alejándose por tanto del prototipo “macareno”.
El resplandor presenta en su parte posterior una cartela con las leyendas “TUS HIJOS EN EL 50 ANIVERSARIO” y “ME LABRÓ DÍAZ RONCERO, DE CÓRDOBA, EN EL AÑO 1995”.
El 30 de septiembre de 1995 la presea fue recogida en los talleres cordobeses por el recordado D. Miguel Tallada Martínez, Hermano Mayor de la Fervorosa en aquella época, acompañado por otros miembros de la Junta de Gobierno: D. juan Lorite García, D. Gabino Puche Pérez, D. José Luis Puche Pérez, D. Andrés Lorite Lorite, D. Pedro J. Cabrera Rentero y D. Juan Lorite Lorite.
Para terminar esta reseña incluimos un pequeño fragmento del Ofrecimiento de la Corona: “…hemos querido en esta fecha jubilar hacerte un obsequio representado en esta corona que te ofrecemos. En ella van unidos nuestros sentimientos de amor, gratitud, recuerdo a los que se fueron, de tu intercesión ante el Altísimo por la Cofradía, en fin, nuestras penas y alegrías, en esta andadura cincuentenaria, materializados en la esperanza puesta en manos de estos niños y niñas que son el futuro, y de cuya siembra esperamos recoger buenos frutos.”
Reina de Cielos y Tierra, ruega por nosotros.
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